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La falta de agua en los ríos de Mendoza es peor que la pronosticada para este verano

Irrigación corrigió su pronóstico de octubre: esperaba para esta época 11% menos de agua en las cuencas y hoy el caudal es 20% menor.

En octubre del año pasado, el Departamento General de Irrigación dio a conocer el pronóstico de caudales para la temporada 2019-2020. Según sus cálculos, esperaban 11% menos de agua en las cuencas de los ríos Mendoza, Tunuyán, Diamante, Atuel, Malargüe y Grande que en 2018.   

Con estos datos, determinaron que la provincia atraviesa la mayor crisis hídrica desde que hay registros oficiales y la noticia llegó a los medios nacionales. Pero la realidad superó los pronósticos porque en el trimestre octubre-noviembre-diciembre el caudal de los ríos fue 20% menos que el pronosticado en promedio.

“Por ejemplo, en el río Mendoza hubo un 16% menos, en el Tunuyán 28% menos y en el Diamante 27% menos. En promedio hubo un 20% menos de lo que pronosticamos. En general, el error de los informes tiene hasta entre un 5% y 10% de error, pero nunca el 20%”, explicó el director de Gestión Hídrica de Irrigación, Rubén Villodas.

“El error de cálculo se dio porque estamos atravesando una situación extrema y no hay números similares a los actuales desde que hay registro. Por lo tanto, no tenemos cifras para comparar y esto hace que la estadística falle y haya errores. Es una situación que pasa con eventos extremos como sequías e inundaciones”, agregó el funcionario.

Ante esta diferencia entre pronóstico y realidad, en Irrigación están recalculando todas las estadísticas. Además, están rehaciendo los planes de erogación y de gestión de embalses junto con las delegaciones y los inspectores. 

La baja en el caudal de los ríos también afecta a los embalses. La semana pasada, desde el DGI informaron que el Nihuil y Valle Grande estaban al 27% y 21% de su capacidad, respectivamente. Y El Carrizal tuvo valores similares. “Nihuil y Valle Grande no se han recuperado, pero El Carrizal sí porque se cortó el riego desde Navidad hasta ayer en algunos lugares y llegó al 32%. Cuando se vuelva a abrir para regar, volverá a bajar”, dijo Villodas.

Año inusual

Los embalses tienen un comportamiento habitual que se repite en los años en los que las nevadas alcanzan niveles promedio. En invierno están al máximo de su capacidad, en agosto empiezan a bajar porque se usa el agua para riego y los ríos traen poco caudal porque las temperaturas son bajas y la nieve todavía no se derrite. 

En septiembre, octubre y noviembre, los diques llegan a su nivel mínimo. En la segunda quincena de noviembre empiezan a compensar la cantidad de agua que entra con la que sale. En general, a fines de noviembre llegan al mínimo. Desde diciembre empiezan a subir de nivel hasta marzo, cuando alcanzan los máximos que mantienen durante las épocas de frío. 

Pero esta temporada el comportamiento no fue el usual. En agosto todos los embalses tenían menos agua que los registros históricos, por lo tanto, arrancaron con poca agua. De todas formas era una situación previsible tras 10 años de sequía. A fines de noviembre estaban en el mínimo, es más, en un nivel menor al esperado. 

En diciembre hubo una leve recuperación pero en vez de seguir creciendo, los primeros días de enero cayó la capacidad. “Los embalses no se están recuperando. El caudal de los ríos debería haber subido y al contrario, ha bajado. Esto está fuera de todo lo registrado históricamente. Atravesamos una situación crítica”, indicó Villodas. 

Descartamos el desvío o robo porque es una situación que viven todos los ríos de la provincia. La crisis está asociada al escaso nivel de nieve. Es una varibilidad climática que tiene que ver con ciclos ricos y pobres de nevadas. Hay una tendencia a que dismunuyan las nevadas y lo que se pronosticó para dentro de 20 o 30 años, está pasando ahora”, añadió el funcionario para graficar la magnitud de la sequía.

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